sábado, 27 de noviembre de 2010

REALMENTE....PARA LEER

Show Time 

En la hora cero del Día D se establecieron comunicaciones entre Londres y Port Stanley, que se reprodujeron en La Trama Secreta: 

"PORT STANLEY: Tenemos muchos nuevos amigos. 
"LONDRES: ¿Qué hay de los rumores de invasión? 
"PS: Esos son los amigos a los que me refiero. 
"L: ¿Desembarcaron? 
"PS: Por supuesto. 
"L: ¿Los argentinos tienen el control? 
"PS: Sí. No se puede luchar contra miles de soldados, además de un enorme apoyo naval. Somos sólo mil ochocientos." 

Unos ochocientos soldados argentinos del Segundo Batallón de Infantería de Marina tomaron posiciones en Port Stanley. Alrededor de treinta royal marines que cumplían servicio les ofrecieron resistencia. En los enfrentamientos murió el capitán de corbeta Pedro Giachino, y hubo soldados argentinos heridos. Pero a las 09.30 el gobernador Rex Hunt decidió entregarse junto a su mujer, y los soldados británicos fueron enviados por avión a Montevideo, desde donde volvieron a Londres. Ni un solo isleño resultó herido. El general Osvaldo García se instaló en la Government House, arrió la Union Jack y enarboló la bandera argentina. Cinco días después el general Mario Benjamín Menéndez fue nombrado Comandante en Jefe y gobernador militar de las islas. Port Stanley se llamó a partir de entonces Puerto Argentino. Muchos isleños, en esos días, huyeron hacia el interior del archipiélago. 
Horas antes de la invasión, a las 22.00 del jueves 1 de abril, Ronald Reagan, el presidente norteamericano, mantuvo un diálogo telefónico con su par argentino: 

-REAGAN: Señor Presidente, tengo noticias confiables de que la Argentina adoptará una medida de fuerza en las Islas Malvinas. Estoy, como Ud. comprenderá, muy preocupado por las repercusiones que una acción de ese tipo podría tener. Quiero manifestarle, señor Presidente, la preocupación de los Estados Unidos y la necesidad de que se encuentre una alternativa al uso de la fuerza. 

-GALTIERI: Ante todo quiero agradecerle su preocupación, señor Presidente. Deseo recordarle que mi país ha mantenido en ese litigio con Gran Bretaña una actitud permanentemente favorable a la negociación, como lo demuestran los diecisiete años de conversaciones infructuosas en el marco de las Naciones Unidas que hemos encarado con una nación que, hace más de un siglo y medio, usurpó por la fuerza un territorio que, por derecho, pertenece a la Argentina. 
"Nuestra vocación negociadora sigue siendo inalterable, pero también la paciencia del pueblo argentino tiene un límite. Gran Bretaña ha amenazado a ciudadanos argentinos que se encuentran legítimamente en las Islas Georgias del Sur y mi gobierno tiene la obligación de protegerlos. (...)** 

**Galtieri se refirió a lo que sucedió a mediados de marzo cuando Davidoff, un empresario chatarrero argentino, había acordado el desguace de una antigua factoría ballenera en las Islas Georgias del Sur. Davidoff informó de la operación a los ingleses.Llegó a Leith con una cuadrilla de obreros, a bordo de un buque de la Armada Argentina. La presencia de un barco de guerra alarmó a los británicos.Su cuadrilla izó una bandera argentina en las Georgias, y el jefe de la British Antartic Survey (BAS) les exigió que fuera arriada y envió al patrullero Endurance con un pelotón de royal marines a desalojar a los argentinos. 

-REAGAN: Ese reconocimiento es imposible en estos momentos. Si la alternativa es un desembarco argentino, el Reino Unido le dará, le aseguro señor Presidente, una respuesta militar. ¿Qué sucederá con los isleños, señor Presidente? 

-GALTIERI: Tenga Ud la certeza de que el gobierno argentino ofrecerá expresamente todas las garantías a los habitantes de las Islas Malvinas. Mantendrán su libertad, su libre albedrío, su propiedad. Podrán permanecer en las islas o emigrar a Gran Bretaña, según lo estimen conveniente. Podrán optar por ser ciudadanos argentinos o británicos, y podrán emigrar a los Estados Unidos si lo desean. 

-REAGAN: Señor Presidente, creo que es mi obligación advertir a Ud. que Gran Bretaña está dispuesta a responder militarmente a un desembarco argentino. Así me lo ha hecho saber el Reino Unido. Además, la señora Thatcher es una mujer muy decidida y ella tampoco tendrá otra alternativa que una respuesta militar. El conflicto será trágico y tendrá graves consecuencias hemisféricas." 

"Querida Margaret -escribió minutos después Reagan a Thatcher-: Acabo de hablar en extenso con el general Galtieri. Le transmití mi preocupación por la posibilidad de una invasión argentina. Le advertí que el inicio de operaciones militares comprometería de manera seria las relaciones entre los Estados Unidos y la Argentina. (...) Le dije que estaba listo para enviar un representante personal para que ayudara a resolver las cuestiones entre la Argentina y el Reino Unido. El General escuchó mi mensaje, pero no asumió ningún compromiso. (...) Mientras que tenemos una política de neutralidad en lo que se refiere a la cuestión de la soberanía, no seremos neutra¬les si los argentinos apelan al uso de la fuerza. Los mejores deseos, Ron." 

Los documentos desclasificados dejaron en evidencia la preocupación norteamericana por la posibilidad de que una alianza abierta con los ingleses despertara una "fuerte reacción anticolonialista en América Latina". Estados Unidos, además, temía que la Unión Soviética utilizara este conflicto para hacer pie en América del Sur. 

El Secretario de Estado, Alexander Haig, llegó a Londres el 8 de abril con esa convicción: tenía que moderar el ánimo belicoso de Margaret Thatcher. Durante la entrevista, Thatcher golpeó primero: le aseguró que estaba muy molesta por la lentitud de los Estados Unidos en reaccionar a favor de su país, y le dijo que no permitiría que la decisión argentina de recurrir a la fuerza fuera recompensada con un cambio en el estatus de la soberanía de las islas. 

Haig, a la defensiva, desplegó tres argumentos: 
1. Si los británicos respondían militarmente, él podía prever un involucramiento ruso. 
2. La OEA, con sus problemas del Tercer Mundo no será objetiva y formará un consenso anticolonialista. 
3. Un desembarco en la isla principal sería muy costoso y pondría a la población en peligro. Una vez que comenzara, el enfrentamiento sería una carga cada vez más grande y la gente se empezaría a preguntar por qué hacemos tamaño sacrificio por mil pastores. 

Haig sintetizó su objetivo: "Alcanzar una retirada argentina de manera que salve las apariencias para que Galtieri no sea derrocado", porque la administración Reagan evaluaba que, si Galtieri caía, "podría ser sucedido por alguien más intransigente".

"El dictador argentino -dijo Haig según los cables secretos- tiene la reputación de ser un borracho y un jugador de poker, pero para los Estados Unidos es la mejor opción. Lo preferimos antes que a la línea más dura de la Junta Militar, y no tenemos apuro en empujar una transición a la democracia." 

Un cable fechado el 16 de marzo decía: "Nuestra línea es que estaríamos gratificados en ver un retorno a la democracia, pero el 'cuando' es algo que tienen que decidir los argentinos". En el mismo cable la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires destacó la "ansiedad" mostrada por Galtieri "para cooperar con nosotros en problemas hemisféricos acuciantes, en particular, en América Central". Recuérdese que a fines de 1981 la Junta Militar formalizó con la CÍA un acuerdo de cooperación "para contrarrestar la insurgencia y el terrorismo marxista alentado por Cuba en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras", según cita Ariel Armony en su libro Argentina, los Estados Unidos y su cruzada anticomunista en América Central. 

"No queremos dar ningún paso que pueda empujar a la Argentina hacia una dependencia aún mayor de la Unión Soviética", escribió el número tres del Departamento de Estado, Lawrence Eagleburger, según los cables desclasificados a pedido del diario La Nación. 

"Argentina ya le vende a los rusos el 80 por ciento de su producción de cereales, y la influencia de la Unión Soviética en el comercio exterior argentino es sustancial", detalló Eagleburger. "Dada la preocupación rusa con la provisión de granos -insistió– es posible una presencia sustancial en el escenario de la marina rusa. 

Si las hostilidades entre la Argentina y el Reino Unido elevaran esa presencia a un nivel que requiera una compensación por parte de Estados Unidos, la disuasión de la OTAN se vería aún más afectada y como resultado se podría producir una confrontación directa entre el Este y el Oeste." 

A su vez el funcionario anotó que "ante el estallido de una guerra es de esperar que los rusos provean a Buenos Aires de información de inteligencia sobre las tropas británicas, aunque seguramente se van a contener de cualquier participación militar directa. El apoyo se puede extender también a la provisión de armas". 

"La guerra -señaló por último Eagleburger- generaría la percepción de Estados Unidos e Inglaterra como poderes neocolonialistas en contraste con los rusos como supuestos protectores de la soberanía de las naciones." 

Según un cable de la embajada en Bonn, el papa Juan Pablo II dijo al encontrarse con el canciller alemán Hans-Dietrich Genscher: "Si falla Haig, existe el peligro de una mayor influencia rusa en América Latina". 

El 2 de abril, ante unas diez mil personas reunidas en la Plaza de Mayo, el general Galtieri anunció: "Hemos recuperado, salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las Islas Australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional. (...) Este pueblo que yo trato de interpretar como Presidente de la Nación (silbidos) va a estar dispuesto a tender la mano en paz con hidalguía y la paz con honor, pero también dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado de territorio argentino". 

En Londres, durante una entrevista, Margaret Thatcher se preguntó: "¿Derrota? ¿Ustedes recuerdan lo que la Reina Victoria dijo alguna vez? ¿Derrota? La posibilidad no existe". 


Ademas me gustaría que vean un interesantísmo testimonio de un soldado argentino prisionero que relata el trato que recibió de los ingleses: 

"Horacio Santopietro, soldado del Grupo de Artillería 601 de Mar del Plata llevaba siete días sin comer. Se impresionó por la cantidad de comida que había en la ciudad, en los depósitos manejados por el Ejército argentino. 'Lo primero que hice después de la rendición fue tomarme un tarro de leche condensada. Me agarró una descompostura terrible. Los primeros dos días como prisionero de guerra estuve tirado, doblándome del dolor.' Santopietro recuerda que mientras un soldado inglés lo llevaba hacia el galpón que se utilizaría como cárcel de guerra, él iba gateando, recogiendo caramelos del piso y, cuando el inglés lo apuraba, por medio de señas le decía que tenía hambre. 'Una vez adentro me tocó sentarme en un lugar mojado y otro inglés me alcanzó una frazada para que no me mojara la ropa nueva que me acababan de dar. Esas dos imágenes del trato inglés me quedaron grabadas con otras de dos oficiales argentinos, después de la rendición. La primera fue en el mismo galpón. Los oficiales que ocupaban la parte de adelante, cuando un soldado se enfermó y casi se muere, no querían avisar. Tuvimos que gritar y armar un despelote bárbaro desde el fondo para que entraran los ingleses a buscarlo. Se lo llevaron al hospital. La otra fue una vez que estábamos en el continente. Un suboficial argentino nos estaba "bailando" en el cuartel y le pisó la mano con el taco a un soldado que venía de la guerra porque, cuando hacía los ejercicios, no tocaba el piso con el pecho porque justo ahí estaba mojado. Después de la rendición, con una pistola en la mano, yo prefería matar a un oficial argentino antes que a uno inglés'. " 

"Historias de amargura y dolor en el último día de la guerra", 
Alberto Amato y Lucas Guagnini, Clarín, 16 de junio de 2002. 

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